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REPORTAJE

La marcha fúnebre de Armstrong

Sin suerte ni opciones, desfila casi oculto hacia París, donde concluirá con una derrota su victoriosa era

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La marcha fúnebre de Armstrong

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J. Gómez Peña | Ax-3-Domaines19/07/2010

Desde hace años, Bernard Hinault recibe al líder en el podio del Tour. De campeón a campeón. "Monsieur Hinault, ¿cómo ve a Armstrong?". Y el bretón, duro y ácido, responde: "No le veo. Este año no ha pasado por el podio". La contestación se alarga con una sonrisa y un destello de incisivo. Hinault, como tantos, disfruta viendo cómo el Tour pasa de largo ante Armstrong. El americano que anuló a todas las figuras de su generación hace bulto en esta edición: ocupa el puesto 38, a casi 40 minutos del líder. Entre 1999 y 2005 no bajó de la primera plaza. Y el año pasado, tras su retorno, acabó tercero, sólo batido por Contador y Schleck. "Seré más fuerte en 2010", prometió. No ha cumplido. No ha conseguido reencarnarse en sí mismo. El Tour verá esta semana el desfile final, funeral, de su gran conquistador.

"En la salida de Rottedam sabía que Lance tenía pocas opciones ante Contador y Schleck", reconoce Johan Bruyneel, el director más atinado del Tour: siete victorias con Armstrong y dos con Contador. "Lance estaba mejor que el año pasado. Sin la caída de Morzine estaría luchando por el podio", insiste. Durante sus siete Tours, Armstrong refundó las leyes de la estadística: apenas se fue al suelo. Sobre eso también le preguntaron a Hinault, que echó un toque de pimienta sobre la herida: "Cuando estás bien, no te caes; te caes cuando pierdes los reflejos".

En Morzine, Armtrong emitió el juicio: "C'est fini". Punto final. Esa tarde, Bruyneel y él viajaron solos en el coche hasta el hotel. Conversación de cristales tintados. El tejano miró fijo a su técnico, atento al espejo retrovisor, y le soltó: "No creas que me voy a ir a casa. Llegaré a París. Aún tengo cosas que hacer aquí". En el Tour. Su decimotercer Tour. El del fin de su suerte. Busca una despedida a su medida. Algo grande. Una izada de brazos más. ¿Una etapa? Mítica. ¿El Tourmalet? No parece tener tantas fuerzas, pero su vida ha corrido siempre contra pronóstico. "En Morzine -recuerda Bruyneel- vimos que era el final de Lance en el Tour. Nunca lo habíamos imaginado así". Se irá tarde.

Otros también cayeron

Sobre eso también tiene su opinión Hinault: "Ha sido un Tour de más para Armstrong". Humillado sobre el escenario de su antiguas victorias. Un espectro que ni siquiera despierta ahora, en su declive, la simpatía del público francés. ¿Por qué volvió? ¿Para seguir sacando dinero del ciclismo y de su máquina promocional? ¿Para -como él defiende- extender su lucha con el cáncer? O, simplemente, porque un mito no sabe vivir sin serlo. ¿Qué sería Armstrong sin el Tour?

No es el primero que llega tarde a su despedida. A veces no es tan fácil darse cuenta de que ha llegado el final. Le sucedió a Eddy Merckx, que en 1977, ya con 32 años, quiso ganar el sexto Tour. Dejar atrás el récord que compartía con Anquetil. Era un campeón machacado, exprimido por su ambición. Llegó gastado y el Tour le castigó en el Alpe d'Huez con la imagen de su hundimiento ante Thevenet. También Louison Bobet, el primero en ganar tres Tours, se empeñó en batirse a sí mismo en 1959, en la edición que lleva el nombre de Bahamontes. Enfermo, se bajó de la bicicleta en la cumbre del Iserán. Vacío y señorial. Jacques Anquetil no pudo con el Tour de 1966. Se rindió en la decimonovena etapa y no volvió. Como Induráin treinta años después. Tras cinco victorias consecutivas, el navarro terminó decimoprimero, lejos de Riis. Seis meses después se quitó definitivamente el dorsal. A todos, les sobró un Tour. Como a Armstrong, éste.

Tenía que ser así. El Tour ha podido con todos. La carrera devoradora. Armstrong se marchó en 2005 con siete victorias y ninguna derrota. La historia del Tour y sus apóstoles, como Hinault, rabiaron. Y en 2007 le tentaron: le dejaron ver que Carlos Sastre era capaz de ganar en el Alpe d'Huez después de subir dos minutos más lento que Armstong unos años atrás. El Tour le envió ese mensaje directo a su vanidad. Y el americano ha caído en la trampa. Con él desaparecerá el único campeón que sobrevivió al mostruo del Tour.'Milagro'. Así le puso por nombre a su mansión de Austin cuando salió del cáncer y triunfó. A ese milagro le quedan seis días. "Voy a disfrutarlos. Tengo la conciencia tranquila Duermo como un niño", asegura, a punto de cumplir los 39 y perdido en la clasificación general. "C'est la vie", dijo ayer en la televisión francesa.

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